La crisis global no es sólo una cuestión
de aprender cómo conservar los recursos y no contaminar más de lo que el
sistema puede asimilar. Es el espíritu
humano que literalmente nos da vida el que necesita despertar. Cuando el trabajo es motivado por un propósito
e imbuido de pasión los actos, los actores, y el escenario adquieren vida.
La práctica consciente de la
espiritualidad no es una respuesta
simplista al sinnúmero de problemas del mundo, algunos de los cuales fueron
mencionados en los dos blogs previos. Es
la dimensión la que tiene la habilidad de cambiar nuestros patrones de
pensamiento, porque está ubicada en la raíz de los mismos. Tal como Einstein nos aconsejaba, no es
posible resolver los problemas utilizando la misma mentalidad que los
creó. Podemos observar este fenómeno en
la mayor parte de las organizaciones, desde empresas que tienen un solo
empleado hasta oficinas de gobierno con cientos de miles de empleados; el
error de pensar que el reacomodar las mismas cosas constituye un cambio. De hecho, nada sustancial cambia si los
mismos patrones mentales (las mismas personas con la misma visión del mundo)
persisten en tratar de ¨controlar¨ las cosas.
Una sociedad compleja requiere una
comprensión más consciente, profunda y significativa de las situaciones a fin
de resolver los problemas que la afligen. Las organizaciones públicas y
privadas tienen que ”espiritualizarse” más.
Esto presupone que ellas sean dirigidas por gente que asuma la
responsabilidad de crear futuros individuales y colectivos más
sostenibles. Esta es una prioridad
número uno imperativa en este mundo incierto y ambiguo del inicio del milenio.
(Extracto del libro
"El Espíritu del Líder, Vol. 1', Ken O´Donnell, Editora Integrare, São
Paulo.)
Traduccion: Maria Elena Larrea
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