“Comprendiendo el Factor Humano – El Diferencial Competitivo en la Era
de la Excelencia” era el título de un reciente evento sobre
recursos humanos, cuyo panfleto colorido llegó a mi escritorio. Al abrirlo encontré que los organizadores
pretendían ir aún más profundo “Emergiendo los Valores Esenciales del Ser”. Otras invitaciones afines para eventos o
sesiones de capacitación sobre “Espiritualidad en el Trabajo”, “El Ser Humano y
la Transformación Organizacional” “El Lado Humano de la Calidad”, “Nuevos
Valores en las Organizaciones”, “Calidad de Vida en el Trabajo”, llegan por
correo postal o por correo electrónico. Ello
ciertamente revela cuán lejos hemos llegado en nuestro lidiar con los aspectos
más elementales de nuestras reflexiones en el camino del trabajo y el
trabajador en el nuevo milenio. Notando
las pretensiones camufladas en tales temas, me pregunté si realmente los tratarían con la seriedad y profundidad
requeridas, o si sería sólo otra de las muchas charlas-festival en las que he
participado a lo largo de los años. ¿Sería
simplemente una ronda más de agradables intercambios de clichés sobre cómo el
cambio en los seres humanos es importante, cómo la consciencia correcta es
esencial para enfrentar nuestros numerosos retos, cómo es importante implantar
los nuevos paradigmas que nos conducirán hacia una mayor fama y éxito? Etc.
Nos ubicamos en nuestro lugar en las sesiones de estos cursos y eventos
con la esperanza de que “esta vez será diferente”, principalmente porque
nuestro tiempo y recursos son escasos. Tenemos
cosas más importantes que hacer que perder horas escuchando una vez más acerca
del nuevo comportamiento requerido por las dificultades actuales que tal vez ni
siquiera el presentador pone en práctica. Luego del entusiasmo provocado por la
retórica, las bromas y la exhortación hacia un cultura de cambio, regresamos a
la realidad de nuestro carrusel del día a día con la reforzada convicción de
que es más fácil hablar sobre el cambio que aplicarlo en nuestras vidas. Después de todo, somos también uno de esos
seres humanos que “necesitan descubrir y desarrollar sus propios valores”. Es genial hacer listas de los valores tan
necesarios para un profesional, pero practicarlos demanda poder adicional y
auto-disciplina, a los que podríamos no
tener acceso. Pensar que son los “otros”
en mi oficina (y no yo) quienes tienen que ser rescatados de su ignorancia y
falta de iniciativa, termina siendo un error muy caro. Cualquier cambio empieza con mi propio cambio.
Oir decir a otros, una vez más, que tenemos que cambiar empieza a
parecer una falta de respeto al esfuerzo que ya hemos hecho. Qué fácil es listar los valores que necesita
un buen profesional al inicio del nuevo milenio – agilidad, flexibilidad,
sensibilidad, valentía, respeto, cooperación, desapego del pasado, y tantos
otros. Si trato de imaginar a alguien
con estas virtudes plenamente desarrolladas, no puedo concebir a un ser humano
sino a un ángel. Tal vez no es tan mala
idea, después de todo, ser un ángel. Al
menos no tendría que preocuparme mucho, teniendo a Dios al lado para darme una
mano cuando las cosas se ponen difíciles.
Este es un extracto de la introducción de su libro "Endocalidad: La
Dimensión Emocional y Espiritual del Ser Humano en las Organizaciones" en el que introdujo el concepto de la Inteligencia Espiritual, publicado por Editora Casa da Qualidade (1997).
Autor: Ken O'Donnell
Traduccion: Maria Elena Larrea