Uno de los puntos clave de mi
aprendizaje llegó a mí hace más de veinte años a través de una lectura sobre el estado del mundo, en la cual el
orador preguntó: “¿Son ustedes parte de la solución o parte del problema?” Esto me hizo pensar profundamente si yo
estaba contribuyendo con alguna acción práctica a mejorar el mundo con el que tenía
contacto. En lugar de pasar el tiempo
buscando, analizando y criticando los defectos en las cosas y en las personas,
traté de ver qué estaba pasando dentro de mí.
Más adelante pude ver que estos tres aspectos fundamentales de la vida
estaban totalmente entrelazados, igual que en el siguiente diagrama:
Hay gente que es excelente para
organizar cosas, programas y eventos en lo que se refiere a planificación, orden, horarios y cifras. Cuando ellos tratan de ubicar a otros seres
humanos dentro de sus esquemas inteligentemente preparados, no pueden hacerlo
con la misma facilidad como lo hacen con lo que está escrito o lo que está en sus
cabezas. La simple explicación es que no
pueden ver que otros individuos tienen su propio libre albedrío, sus características,
sus puntos de vista y sus formas de ser y hacer. Les falta la sensibilidad para entender esta
simple verdad o para detectar el tiempo y espacio que son sagrados para el
otro. Cuando delegan no tienen la paciencia
para preparar a su gente para el trabajo pero no dudan en hacer notar (algunas
veces gritando) su falta de preparación.
Hay muchos que son excelentes relacionándose
con los demás a la vez que respetan los derechos inalienables de todos de ser
lo que son. Son capaces de inspirar amor
y comprensión con su dulzura y su reconocimiento de la condición de aquellos
con los que interactúan. Sin embargo,
organizar una actividad que requiere una comprensión de detalles logísticos,
límites de tiempo y montos está más allá de sus capacidades. Se pierden en el tema, lo olvidan todo y sólo
crean confusión.
Hay quienes saben cómo manejar las cosas
y a las personas adecuadamente pero sus vidas internas son una montaña rusa de
subidas y bajadas, que ocultan con gran esfuerzo. Sus pensamientos, emociones, anhelos e ideas
saltan a la pantalla de sus mentes en forma tan desordenada que el mundo
externo se convierte en un lugar dónde escapar que los acoge, para no
permanecer dentro de sus cabezas con su confusión interna. Esto resulta en que algunos se vuelven
adictos al trabajo, y otros adictos a las relaciones dependientes y con mucha
carga emocional. Ellos se vuelven
dedicados a las cosas y a otras personas para escapar a la falta de paz en la
casa del ser.
La firmeza, la determinación, la
percepción, la valentía y otros valores importantes para la gente decidida y
activa tienen que ir a la par con valores más pasivos como la paciencia, la
tolerancia, el afecto y la sensibilidad cuando se trata de convivir con otros
seres humanos. Estos dos tipos de
valores nacen de y son alimentados por la espiritualidad.
El verdadero balance entre organizar
cosas y personas requiere una verdadera auto-disciplina y una buena dosis del más
importante otro cociente – al qué se
puede llamar Inteligencia Espiritual. (continuará..).
Este artículo es de mi libro "Endocalidad: Las Dimensiones Emocionales
y Espirituales del Ser Humano en las Organizaciones", publicado por Editora
Casa da Qualidade (1997). En este libro introduje el CE; fue la primera vez que
este concepto apareció en un libro, al menos en Brasil. Ese mismo año, en su
libro “Renovando el Cerebro Corporativo", Danah Zohar también introdujo el
concepto de Inteligencia Espiritual. Pude ver ese libro sólo años después. Definitivamente se estaba dando la
sincronicidad .
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SQ: Cociente
Espiritual / IQ: Cociente intelectual
/ EQ: Cociente Emocional
ME: YO / THINGS: COSAS / PEOPLE: GENTE
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Autor: Ken O'Donnell
Traduccion: Maria Elena Larrea
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