La
siguiente frase del Jesuita francés Teilhard de Chardin, constituye un reto
frontal al pensamiento materialista:
"No
somos seres humanos teniendo una experiencia espiritual; somos seres espirituales
teniendo una experiencia humana."
Si
esto es verdad - que nuestra existencia esencial es como espíritus o almas,
entonces somos eternos, sin principio ni final.
Esto conduce a un área de exploración totalmente inusual. Va más allá de la creencia popular de que el
universo físico empezó a existir (de alguna manera) y que la vida apareció en
él (de alguna manera) y evolucionó (de alguna manera) hasta llegar a su estado
actual. El alma parece no tener lugar en
el pensamiento Darwiniano. Y si somos
almas ¿cuál es el significado de tomar un cuerpo y pasar por la experiencia
humana, especialmente considerando la posibilidad de la re-encarnación? Ambas experiencias deben ser relevantes - la
espiritual y la humana. Al menos deberíamos
estar abiertos a buscar el significado del más grande acertijo de la vida - ¿quién
soy y qué estoy haciendo acá?
Nadie
ha visto un alma humana a través de los ojos.
Tratar de probar su existencia
utilizando medios físicos e instrumentos ha probado ser desalentador. Muy poca información ha estado disponible, y
menos aún una prueba. Recuerdo leer
sobre experimentos realizados a fines del siglo XIX, en los que los
investigadores de estos temas trataban de atrapar al alma escapando del cuerpo,
poniendo una botella de vidrio sobre la frente. Creían que el espíritu era tal vez un ser
gaseoso, que podía ser capturado y etiquetado - aquí dentro está el alma del
gran tal o cual. La única prueba real
puede estar en el laboratorio de nuestras vidas.
Si
la frase anterior de Chardin es cierta, entonces en nuestra identidad profunda
hay un espíritu. Automáticamente esto se
convierte en el principio, el intermedio y el final del emprendimiento
espiritual. Final, porque sólo lo que
llamamos muerte puede ser esta energía espiritual consciente dejando los
confines de su carruaje físico, el cuerpo. Conocernos profundamente constituye asimismo la puerta hacia relaciones
significativas con los demás y con el Divino, y por lo tanto hacia una vida de
mayor libertad.
Sin embargo, es un concepto
tan básico y elemental que frecuentemente olvidamos introducir esta consciencia
en las cosas que hacemos. Se podría
hasta decir que todo lo que pasa en el mundo que toma forma alrededor nuestro
es un reflejo exacto del alcance con el que nos entendemos y nos aceptamos a
nosotros mismos.
Aquellos que llegan a
este entendimiento tienen la oportunidad de profundizar en lo que mueve y da
forma a la realidad. Ellos se desplazan algunos
peldaños más arriba en la escalera del auto-progreso.
Autor: Ken O'Donnell
Traduccion: Maria Elena Larrea
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