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jueves, 26 de septiembre de 2013

El inicio de la espiritualidad es el espíritu…obviamente


La siguiente frase del Jesuita francés Teilhard de Chardin, constituye un reto frontal al pensamiento materialista:
"No somos seres humanos teniendo una experiencia espiritual; somos seres espirituales teniendo una experiencia humana."

Si esto es verdad - que nuestra existencia esencial es como espíritus o almas, entonces somos eternos, sin principio ni final.  Esto conduce a un área de exploración totalmente inusual.  Va más allá de la creencia popular de que el universo físico empezó a existir (de alguna manera) y que la vida apareció en él (de alguna manera) y evolucionó (de alguna manera) hasta llegar a su estado actual.  El alma parece no tener lugar en el pensamiento Darwiniano.  Y si somos almas ¿cuál es el significado de tomar un cuerpo y pasar por la experiencia humana, especialmente considerando la posibilidad de la re-encarnación?  Ambas experiencias deben ser relevantes - la espiritual y la humana.  Al menos deberíamos estar abiertos a buscar el significado del más grande acertijo de la vida - ¿quién soy y qué estoy haciendo acá?

Nadie ha visto un alma humana a través de los ojos.  Tratar de  probar su existencia utilizando medios físicos e instrumentos ha probado ser desalentador.  Muy poca información ha estado disponible, y menos aún una prueba.  Recuerdo leer sobre experimentos realizados a fines del siglo XIX, en los que los investigadores de estos temas trataban de atrapar al alma escapando del cuerpo, poniendo una botella de vidrio sobre la frente. Creían que el espíritu era tal vez un ser gaseoso, que podía ser capturado y etiquetado - aquí dentro está el alma del gran tal o cual.  La única prueba real puede estar en el laboratorio de nuestras vidas.

Si la frase anterior de Chardin es cierta, entonces en nuestra identidad profunda hay un espíritu. Automáticamente esto se convierte en el principio, el intermedio y el final del emprendimiento espiritual. Final, porque sólo lo que llamamos muerte puede ser esta energía espiritual consciente dejando los confines de su carruaje físico, el cuerpo. Conocernos profundamente constituye asimismo la puerta hacia relaciones significativas con los demás y con el Divino, y por lo tanto hacia una vida de mayor libertad.

Sin embargo, es un concepto tan básico y elemental que frecuentemente olvidamos introducir esta consciencia en las cosas que hacemos.  Se podría hasta decir que todo lo que pasa en el mundo que toma forma alrededor nuestro es un reflejo exacto del alcance con el que nos entendemos y nos aceptamos a nosotros mismos. 

Aquellos que llegan a este entendimiento tienen la oportunidad de profundizar en lo que mueve y da forma a la realidad. Ellos se desplazan algunos peldaños más arriba en la escalera del auto-progreso.

Autor: Ken O'Donnell
Traduccion: Maria Elena Larrea

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